Con lágrimas y esfuerzo: historias de
la vida de James en Argentina
No tuvo una infancia sencilla
El nuevo número 10
'merengue' no tuvo una infancia sencilla. Su padre, Wilson, que fue futbolista
profesional, los abandonó a su madre, Pilar, y a él cuando tenía 3 años. Fue su
padrastro, Juan Carlos Restrepo, quien lo orientó y ayudó a crecer en el
fútbol: en 2007, después de lograr el ascenso con Envigado y cuando ya hacía
ruido en los seleccionados juveniles, editó un video de la vida deportiva de
James para acaparar la atención extranjera.
Un DT colombiano
advirtió al empresario argentino Silvio Sandri sobre las bondades de dos
jugadores del club: Giovanni Moreno y Rodríguez, un "zurdito con mucha
técnica". Chicho Serna ya le había puesto los ojos a 'Jamesito' y evaluaba
ofrecerlo a Boca. Pero Sandri, que había trabajado con clubes cafeteros, se
movió, viajó a Colombia y lo estudió en vivo.
"Me llamó la
atención enseguida. Tenía una gran técnica, control de pelota y una pegada
limpia. También había mucho por trabajarle en lo físico, porque era retacón,
culón, chico de arriba, pero con un gran potencial", le cuenta Sandri a La
Nación, a unos siete años de aquel momento crucial. Regresó a la Argentina con
material de Rodríguez y a los pocos días visitó el predio del Taladro en Luis
Guillón.
"Sandri me
pidió una entrevista. Charlamos sobre la posibilidad de hacer un convenio de
intercambio de jugadores con Envigado. Tenía un bolsito y cuando terminamos de
hablar sobre ese tema me preguntó si tenía tiempo para ver a un jugador. Yo
había dado la reunión por terminada, no era un día tranquilo, pero quise ser
cordial. Sacó una notebook, puso un DVD y me mostró a un zurdo habilidoso, con
una pegada fenomenal", rememora Clide Díaz, por entonces gerente de
fútbol de Banfield.
Me llamó la
atención cómo paró una pelota de pecho y de media vuelta dejó cara a cara con
el arquero a un compañero. Me interesó, empezamos a hablar sobre las posibles
condiciones. Le conté a Carlos [Portell, presidente en ese momento], le dije
que había un colombiano de 16 años que la rompía y que había que traerlo.
Carlos me decía si estaba loco, que nos iban a matar a todos por comprar a un
chico tan joven. Pero, al tiempo, se sumó", dice.
El acuerdo con Banfield
¿Cómo fue el
acuerdo? A préstamo por dos años sin cargo con opción por el 50% del pase a
cambio de US$ 400.000. "La madre de James era una persona con carácter
fuerte, algo autoritaria, que lo protegía mucho. La llamamos, vino al país,
porque tenía la patria potestad, y firmamos todo.
Portell, que al
principio dudaba, al tiempo viajó con la selección argentina para un amistoso
en Los Ángeles y tomando un café con Juan Carlos Crespi, dirigente de Boca,
éste le contó que tenía una calentura bárbara porque un colombiano que iba a
fichar en Boca finalmente no lo había hecho. Era James. Carlos se hizo el bo...
y me llamó a las dos de la mañana: ¿Lo hiciste firmar?, me preguntó",
recuerda Díaz, con una sonrisa.
En enero de 2008,
James, sin compañía, arribó al país. Sandri lo buscó en el aeropuerto y lo
alojó en su casa durante más de un mes. Durmió en la cama de la hija chiquita
del empresario, hasta que su padrastro pidió licencia no remunerada en el
trabajo, llegó al país y se mudaron a un departamento en Monte Grande. Tenían
un Peugeot 205 para moverse. Pero los primeros tiempos fueron muy duros.
"Fue un
proceso difícil. Lloraba mucho, se la pasaba llamando por teléfono a Colombia,
se quería volver. Le costó mucho la adaptación. No estaba a gusto. Además, en
Colombia jugaba en la primera y acá en la reserva. Los ejercicios eran mucho
más fuertes a los que estaba acostumbrado. «Esta corredera no la aguanto más»,
se quejaba. Y Raúl Wensel (por entonces DT de la reserva y coordinador de
inferiores) no le daba concesiones. Casi siempre James era el primer
cambio", confiesa Sandri.
"Era un rompe
pelo... tremendo. Después de cada entrenamiento en la cuarta o la reserva,
venía y me golpeaba la puerta de la oficina. Me quiero ir, vine para jugar en
primera y no me ponen, me decía", añade Díaz. Algunos opinaban que James
tenía un juego "lento" para el fútbol argentino. En los partidos lo
golpean más que al resto. "Al ser tan técnico lo castigaban bastante,
cobraba. Pero él se hacía valer", dice el defensor Favio Segovia,
compañero de James en la reserva y actualmente en la primera del Taladro.
Se fue adaptando
Poco a poco,
Rodríguez se fue adaptando, entrando en sintonía. Hizo un trabajo especial con
preparadores físicos del club y privados. A mediados de 2008, Portell contrató
a Jorge Burruchaga como DT y, en una reunión de tres horas, el campeón del
mundo en México 86 escuchó por primera vez referencias de James. "¿Cómo
están las inferiores?", preguntó Burru. "Hay un número 10 de 16 años
que tiene un cañón en la zurda", le respondió Clide. "¿Vos querés que
me rajen en dos meses?", rebatió el técnico.
En el Apertura 2008
Banfield fue 13° y en enero de 2009, en Mar del Plata, James participó por
primera vez de una pretemporada con la primera. "Él siempre quería jugar.
Y fue madurando. Se hizo ganar el respeto con la pelota bajo el pie",
comenta Segovia. Claro, era delgado y muy joven, por eso "los más
grandes" lo alejaban cuando James se posicionaba para pegarles a los tiros
libres, una de sus grandes virtudes.
Aquel verano, James
lucía una suerte de cresta en el pelo (quería imitar el aspecto de Cristiano
Ronaldo), pero sus compañeros más veteranos raparon a todos los debutantes en
la pretemporada, incluido a él, obvio. "Se puso mal, casi que a llorar; él
cuidaba mucho su imagen", relatan por lo bajo.
El momento añorado
James se ganó un
lugar entre los citados para el primer partido del Clausura 2009, contra Godoy
Cruz, en Mendoza (7 de febrero). El encuentro en el Mundialista estaba 1-1, y
Rodríguez, que había ido al banco de suplentes, ingresó a los 32 minutos del
segundo tiempo por Bertolo. "Terminaba el partido y Jorge lo puso suelto.
Después de un par de minutos, tomó la pelota, se balanceó, lo vio a Broggi y lo
dejó mano a mano con el arquero Ibáñez, que le hizo penal. O sea, en uno de sus
primeros toques, James ya hizo una genialidad", reconstruye Federico
Sánchez Parodi, jefe de prensa de aquel equipo del Taladro, actualmente con la
misma función en Independiente.
Luego, Lucchetti
falló el penal, pero esa es otra historia. A las pocas fechas, en la 4»
jornada, ante Central en el Sur bonaerense, James, con el número 13, sacudió el
arco rosarino con un golazo, el primero en la máxima categoría, con un zurdazo
desde afuera del área grande. Empezó a enamorar al público. Pero el equipo no
convencía, Burruchaga se marchó a fines de marzo, llegó Julio César Falcioni y
el futuro se llenó, nuevamente, de interrogantes, porque a Pelusa no le
convencía el perfil de futbolistas como James, sin tanto "sacrificio para
la marca".
Además, el
preparador físico Gustavo Otero le exigía muchísimo. "Le vino bien la
disciplina de Julio, porque era un volante al que le costaba bajar a recuperar
y cuando le sumó sacrificio a su talento, hizo la diferencia. Seguía poniendo
trompita de enojado y siempre le pedíamos un poco de paciencia", expresa
Díaz, dirigente que estaba cerca de James.
Evidentemente se
produjo un clic. Con escasa continuidad en el Clausura, James fue titular en la
última fecha y arrancó en la formación inicial en el Apertura, torneo que
finalmente conquistaría el Taladro. Con el número 8, participó del triunfo 2-0
ante River. Pero en la 2» fecha, frente a Argentinos, Banfield ganaba 1-0,
Hauche empató a media hora del final y Rodríguez fue el primer reemplazo, por
Roberto Battión.
"No se sentía cómodo en la posición de
carrilero"
"Al principio
no tenía la mejor relación con el técnico -reconoce Sandri-. Aquel día con
Argentinos, Falcioni lo castigó en el vestuario. Delante de sus compañeros le
echó la culpa del gol, pese a que la marca no era de él. James, llorando, me
dijo que se quería ir; no tenía ganas de practicar el lunes. Pero Falcioni le
pidió disculpas, se había equivocado. No se sentía cómodo en la posición de carrilero,
pero lo respetaba a Julio, que le hizo aprender mucho".
Battión llegó a
Banfield desde Aris Salónica, de Grecia. Nunca había visto jugar a James. No
sabía quién era. Lo impactó. Y en las concentraciones, se integró a la mesa del
colombiano. "Me encontré con un chico tranquilo, respetuoso, que parecía
introvertido, pero tenía un gran sentido del humor. En el vestuario escuchaba
reggaetón, se ponía a bailar y tenía un ritmo impresionante. Nos quedábamos
mirándolo, porque tenía una onda infernal, era habilidoso hasta para bailar.
Por eso no me sorprendió el pasito que hizo ahora en el Mundial. También le
gustaba ver fútbol; en el predio había un proyector y en la hora de las comidas
ponían partidos de Europa, y a él le encantaba verlos, se volvía loco, les
prestaba atención a las jugadas, festejaba los goles, aplaudía. Yo le pedía que
me enseñara cómo le pegaba a la pelota, cómo acomodaba el pie y muchas veces
nos quedábamos después de los entrenamientos. Ese grupo estaba integrado,
mayormente, por jugadores con experiencia y él, pese a ser tan joven, se hizo
querer mucho".
Se cuidaba su imagen al máximo
Al tiempo, James se
mudó a un barrio privado en Canning y empezó a conducir un Chevrolet Vectra.
Todos coinciden en que el zurdo cuidaba su imagen al máximo. "Las pibitas
estaban enamoradas. Se sacaba fotos con todos, no tenía problemas. Siempre
estaba con gel, acicalado, bien vestido", dice Díaz. "Era muy
profesional. Y cuidaba su cuerpo, complementaba con ejercicios en el gimnasio.
Siempre estaba impecable", agrega Battión.
Claro que se daba
sus gustos gastronómicos: solía cruzarse a una parrillita frente al estadio
Florencio Sola a comer sándwiches de vacío o chorizo. "Y le enloquecían
los chinchulines", apunta Sandri. A James lo incomodaba enfrentar las
cámaras. "Se trababa un poco al hablar, se ponía nervioso. Pero era
inteligente y leía para tratar de superar ese obstáculo que hoy ya casi no lo
tiene", completa Sandri. Era tan educado, describe Sánchez Parodi, que, ya
encumbrado como figura del fútbol argentino, le costaba rechazar pedidos de
reportajes:
"Eso generó
que en una oportunidad se le juntaran cuatro notas en diferentes canales y
horarios, abarcándole todo el día, teniendo que comer a las apuradas y sin
descansar. No daban los tiempos. Fuimos más rápido que los bomberos".
Falcioni, enterado de esa situación, le pidió más cuidado al mediocampista.
En 2010, tras el
título alcanzando en la Bombonera, James siguió demostrando su talento a nivel
local (le anotó un gol fabuloso a Lanús) e internacional, en la Copa
Libertadores (Banfield quedó eliminado en los octavos de final ante Inter de
Porto Alegre). Las versiones sobre el interés del mercado europeo empezaron a
tomar fuerza. Hasta que se forjó lo inevitable. A mediados de año, Banfield
estaba de pretemporada en Mar del Plata y se concretó un momento que se
esperaba, pero no por ello dejó de ser mágico, trascendente.
Se le cumplió el sueño de jugar en Europa
"Los jugadores
estaban en el ómnibus escolar para ir a entrenarse. Antes de arrancar, me llaman
urgente de la conserjería, porque tenía un llamado. Era desde Buenos Aires, me
avisaban que James se había vendido. Vuelvo al ómnibus, lo hago bajar a Julio,
que se prendió un cigarrillo y me escuchó. Deciles vos, me pide. Subo, les pido
silencio y digo: Tengo una linda y triste noticia a la vez. Un compañero se va
a Europa. Acaba de ser transferido James.
Todos lo
aplaudieron y le hicieron una manteada cariñosa. Él sabía que algo estaba
pasando, porque Espanyol de Barcelona también lo quería, pero fue fuerte,
emocionante, porque todos le teníamos cariño. Era la joya. Banfield le quedaba
chico ya. Lo bajamos del micro, fui a una agencia de Aerolíneas Argentinas, lo
llevamos en taxi al aeropuerto y se fue", detalla, sin dejar de
emocionarse, Díaz.
Banfield, que ya
había comprado el 50% del pase hacía tiempo, lo había vendido a Porto en
5.100.000 euros. ¿Cómo asumió, James, aquel gran salto? Cuentan, quienes lo
vieron de cerca y lo abrazaron, que tenía lágrimas, pero ya no eran de
angustia. Eran de felicidad, por cumplir su sueño de la niñez, de jugar en esas
ligas europeas que sólo había visto por TV o en videojuegos.
El acuerdo con Banfield
Se fue adaptando
El momento añorado
"No se sentía cómodo en la posición de
carrilero"
Se cuidaba su imagen al máximo
Se le cumplió el sueño de jugar en Europa